Por motivos de trabajo me encuentro desplazado dos semanas a Nairobi, Kenia. Si bien no me apetecía mucho venir, y sabía que me iba a comer —me estoy comiendo— un buen marrón, tenía que hacerlo por motivos laborales.
El caso es que después de haber visto a toda la gente que trabaja en el sector servicios, increíblemente amables y serviciales todos ellos —hasta el punto que roza lo absurdo, te quitan el plato de la mesa si te levantas al bufé a coger algo más— y también a mi taxista que hasta me llevó a su casa, alejada unos 35km de Nairobi, donde la gente me miraba como si no hubiesen visto un blanco en su vida, pensé que las sugerencias de la Lonely Planet eran algo exageradas.
Dice la guía Lonely Planet (ed. 2006) «Nairobi is commonly regarded as the most dangerous city in Africa, beating stiff competition from Johannesburg and Lagos». Y acabo de descubrir por qué.
Salía yo a las 20:30, hora local, de la oficina, tras estar echando más horas extra que un imbécil —además de las 30 horas de viaje de ida y el de vuelta me las como, cargadas a mi descanso de los fines de semana— y de mala hostia, y decido no hacer caso a las 30 recomendaciones de diversas personas —y me quedo corto—, y decido recorrer los 250m (medidos con Google Maps) a pie, ya que no me apetece llamar a mi taxista y esperar un rato, o coger un taxi desconocido y que me de una vuelta innecesaria y cara. Error.
Me pongo los cascos por si alguien me dice algo hacer como que no le he oído, enciendo un cigarrillo y sigo a lo mío. Total, son 250m. Según tomo la curva oigo gritos y, haciendo caso omiso de que me he puesto los cascos precisamente para no mirar, miro. Veo la sombra de un par de tipos altos —aquí hay de todo, pero no son muy altos, más bien tirando a bajitos— y a sus manos sendas Ak-47. Casi me cago en el pantalón. Acto seguido veo la sombra de gorras de ¿policía? —en Nairobi no hay muchas farolas, si es que funcionan— y decido no salir corriendo hasta el hotel. Me quito los cascos y respondo a la llamada.
Tiro el cigarro y creo que me dirán algo por ello, de hecho es por lo que pensé que me estaban llamando; está prohibido fumar en casi todas partes. De camino la farola se apaga. Bien.
Y ahí acaba la historia. Al tipo no le debí caer muy bien al principio, pero por un motivo u otro la cosa ha quedado ahí, sin ninguna desgracia que lamentar. Quizá porque eran honestos, quizá porque estaba al lado del hotel, quizá por que es un barrio medio tranquilo, quizá...
Mañana, si vuelvo a hacer horas extra, pillo el taxi y me dejo de mamonadas.
Dejate de lonely planet y vete acompañado siempre a todos lados.... :-O