La puerta de Tannhauser
[Elucubraciones de un Linuxero Genomero]
Érase que se era un joven español que se fue a vivir a Alemania durante un año. El joven decidió alquilar un apartamento muy barato, por el que pagaba 308 euros y por el que dejó 630 como fianza, de la que sólo le devolvieron 302 euros, porque sí.
Para contar la historia más completa he creado la web
http://gh-immo.no-ip.biz/ traducida a dos idiomas (la traducción al alemán es vía web, así que no creo que sea muy correcta). Espero que esta gentuza no le vuelva a timar a nadie.
Ya puestos, de vergüenza el trato (o la falta de él) que recibí de la Embajada y el Consulado.
Windows 7 tiene un fondo de pantalla del conjunto «Arquitectura» que es muy parecido a la foto de arriba.
PD: Mario, imagino que has sido tu, mil gracias por levantar la web, una vez más, y deben ir 200.
Los lectores habituales de este blog ya sabrán que me resbala un poco el fúmbol, pero de nuevo, como en aquella ocasión, estoy viendo los partidos de España... bueno, y de Alemania, y he visto alguno de Eslovaquia e Italia... en fin, que estoy viendo el mundial.
El hecho de ver los partidos de Alemania en compañía de compañeros de la oficina y algún amigo o conocido alemán, le da un buen toque, especialmente porque, hasta ayer, Alemania estaba que se salía (consultar periódico correspondiente para ver la progresión teutona). Lo que hacía que la fiesta y las ganas de juerga después de cada partido fuesen buena y muchas, respectivamente.
Y llegó el día en el que Alemania y España se vieron las caras. La verdad es que el grupo de españoles que solemos salir juntos por Düsseldorf no sabíamos dónde ir, aunque más o menos sabíamos dónde no queríamos ir: al paseo del Rin. Iba a estar infestado de alemanes y con las banderas y camisetas podía ser un riesgo. No es que los alemanes sean especialmente violentos, pero tampoco lo queríamos comprobar. Así que nos fuimos, el grupo de 15, a un bar donde eramos los únicos españoles, el Zakk.
La idea surgió de una invitación del tándem de una de las Comex, bastante majo el chico, y no nos pareció mala idea, aunque el hecho de que fuese en un recinto cerrado mataba un poco por el calor (sí amiguitos, en Alemania también llueven chalecos de pana).
El caso es que no me sentí intimidado en ningún momento, ni cuando nos levantábamos, ni cuando animábamos, etc. Aunque la rubia que tenía delante, de muy buen ver por cierto, sí me echaba alguna mirada con ira, si bien no dijo nunca ni «mu».
Quería haber escrito algo sobre Alemania antes de publicar otra foto, pero aunque parezca mentira ando muy mal de tiempo, de nuevo.
Próxima parada: Budapest y, quizá, Esztergom.
Esta entrada iba a comentar las bondades de Schengen, y de lo bonito que es salir de Alemania sin mostrar ni una sola vez el DNI o pasaporte, aunque para entrar sí hace falta. Y digo iba porque a última hora de ayer tuve cierto percance en el aeropuerto de Zúrich, pero la historia comienza un poco antes...
Llegué a España el 23 por la tarde, después de haber trabajado desempeñado mis labores en la oficina. Llegué cansado y casi sin haber dormido, además de con un retraso de hora y pico porque Madrid-Barajas estaba cerrado por fuerte viento de cola.
Ya que estábamos en Barajas, esperamos a mi hermano que llegaba más tarde vía París, y al final acabé llegando a Ávila a las 12:30 de la noche, y salí. Salí los 4 días: miércoles, jueves, viernes y sábado, llegando cada día más tarde, hasta que el domingo sólo dormí unas tres horas y media, ya que llegué a las 7 y pico y tenía que volver a Madrid para irme a las 15 a Zúrich.
Es lo que tienen los vuelos baratos, que hacen escalas por el camino, entendiendo por barato un billete de 230 euros en Navidades, claro.
Continuando con la historia, fuimos pronto a Barajas para evitar posibles atascos, no sea que me quedase en tierra. Así a las 13 me despedí de mi padre y me dispuse a esperar mi vuelo Madrid-Zúrich, que se acabó retrasando una hora y pico. Yo estaba catatónico de sueño, me caía, pero ahí estaba esperando llegar a mi destino final. Tras el apacible vuelo en una de las filas de las salidas de emergencia (recuerden niños, siempre que puedan reserven un asiento en la salida de emergencia) me dispuse a ver las conexiones Zúrich-Düsseldorf en las pantallas del aeropuerto, pero aún no estaban establecidas. Tocaba esperar, fumar, caminar, leer, estudiar alemán...
Düsseldorf no es muy bonita, es más, es tirando a fea, pero tiene cosas bonitas.
Algunas de las cosas bonitas de Düsseldorf incluyen los edificios de Gerhy, la torre de comunicaciones, el Altstadt (casco antiguo), el ayuntamiento, algunas iglesias, y también un jardín y templo budista en la otra orilla del río, en la zona chic.
El dominigo pasado nos acercamos para allá y la verdad es que rezuma tranquilidad, sosiego.
La verdad es que nos dio la sensación de habernos transportado en el espacio, ya que no te esperas algo así en medio de Alemania, aunque sepas que hay más de 10 000 japoneses viviendo en esta ciudad.
Es un jardín bonito y merece la pena visitarlo, está a unos 7 minutos en metro del centro (unos 15 desde la estación central de tren —Hbf—) tras andar un poquito por partes de la ciudad que son más bonitas que la zona donde yo vivo, junto a la Hbf; sin embargo se mezclan, lo que yo denominaría, bloques comunistas con casas unifamiliares y viviendas más modernas y agradables a la vista. En cualquier caso, no dije que la ciudad fuese bonita.
