La puerta de Tannhauser
[Elucubraciones de un Linuxero Genomero]
Érase que se era un joven español que se fue a vivir a Alemania durante un año. El joven decidió alquilar un apartamento muy barato, por el que pagaba 308 euros y por el que dejó 630 como fianza, de la que sólo le devolvieron 302 euros, porque sí.
Para contar la historia más completa he creado la web
http://gh-immo.no-ip.biz/ traducida a dos idiomas (la traducción al alemán es vía web, así que no creo que sea muy correcta). Espero que esta gentuza no le vuelva a timar a nadie.
Ya puestos, de vergüenza el trato (o la falta de él) que recibí de la Embajada y el Consulado.
Windows 7 tiene un fondo de pantalla del conjunto «Arquitectura» que es muy parecido a la foto de arriba.
PD: Mario, imagino que has sido tu, mil gracias por levantar la web, una vez más, y deben ir 200.
Anoche ya amenazaba lluvia. Al final ha caído hacia las 4 de la madrugada, mientras estaba plácidamente dormido. En cualquier caso no me ha importado levantarme para cerrar la ventana, más por si entraba agua y me mojaba el parqué que por el ruido. Adorodo la lluvia, adoro mojarme y adoro su sonido al chocar contra cualquier superficie.
Esta mañana olía a suelo mojado, tierra mojada, si bien me rodeaban asfalto y algún árbol. Tras coger la bicicleta candada junto al árbol, devolver cascos en el supermercado y comprar la comida, se ha puesto a llover de nuevo.
Pasar junto al parque con la bicicleta, respirar ese olor a «verde» y llegar algo mojado a la oficina es algo que me hace feliz. Al contrario que otras personas, quienes necesitan el sol o se deprimen si el cielo está cubierto muchos días, yo no; por eso no me quiero volver, soy feliz en Centro Europa.
Como decía la canción, «[...] all good things come to an end [...]».
Los lectores habituales de este blog ya sabrán que me resbala un poco el fúmbol, pero de nuevo, como en aquella ocasión, estoy viendo los partidos de España... bueno, y de Alemania, y he visto alguno de Eslovaquia e Italia... en fin, que estoy viendo el mundial.
El hecho de ver los partidos de Alemania en compañía de compañeros de la oficina y algún amigo o conocido alemán, le da un buen toque, especialmente porque, hasta ayer, Alemania estaba que se salía (consultar periódico correspondiente para ver la progresión teutona). Lo que hacía que la fiesta y las ganas de juerga después de cada partido fuesen buena y muchas, respectivamente.
Y llegó el día en el que Alemania y España se vieron las caras. La verdad es que el grupo de españoles que solemos salir juntos por Düsseldorf no sabíamos dónde ir, aunque más o menos sabíamos dónde no queríamos ir: al paseo del Rin. Iba a estar infestado de alemanes y con las banderas y camisetas podía ser un riesgo. No es que los alemanes sean especialmente violentos, pero tampoco lo queríamos comprobar. Así que nos fuimos, el grupo de 15, a un bar donde eramos los únicos españoles, el Zakk.
La idea surgió de una invitación del tándem de una de las Comex, bastante majo el chico, y no nos pareció mala idea, aunque el hecho de que fuese en un recinto cerrado mataba un poco por el calor (sí amiguitos, en Alemania también llueven chalecos de pana).
El caso es que no me sentí intimidado en ningún momento, ni cuando nos levantábamos, ni cuando animábamos, etc. Aunque la rubia que tenía delante, de muy buen ver por cierto, sí me echaba alguna mirada con ira, si bien no dijo nunca ni «mu».
